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TRABAJO SOCIAL DESDE LA UNIVERSIDAD

  • FOLKLORE DE UNA
  • hace 5 días
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Actualizado: hace 2 días

Pablo Nápoli

Trabajador no docente del Departamento de Folklore, UNA


En el número 13 de esta revista describimos la actividad que organizamos desde nuestra Universidad para asistir con alimentos a personas en situación de calle en la ciudad de Buenos Aires. Estas personas padecen la terrible ausencia o desidia de políticas gubernamentales para ayudarlos; no así para reprimirlos, reubicarlos y maltratarlos, ya que para eso hay muchas y muy brutales políticas. Por lo tanto, dirigimos nuestra acción a reemplazar la carencia de políticas públicas que deberían asistirles.


   Realizamos esta tarea desde el año 2018, observando una problemática constante; pero en los últimos meses, cuando las políticas públicas del gobierno de la ciudad se mimetizan con políticas públicas del gobierno nacional del mismo tenor, se produce un efecto multiplicador de la cantidad de gente que es arrojada a esta forma de vida. Hemos observado un aumento muy significativo en el número de personas que viven en la calle, en niños que padecen esta situación y en el deterioro de la situación de cada uno de ellos. Es difícil pensar que puede deteriorarse tan precario estado, y aun así sucede que empeora su ya de por sí desesperante forma de vida; en efecto, al ser muchas más personas, la comida que puede conseguirse en la calle es más escasa.


   La acción oficial no solo no brinda ayuda, sino que se presenta como una nueva agresión y humillación a las personas más vulnerables de la escala social: la demostración flagrante del odio de clase, de arriba hacia los de abajo, en este caso, los de más abajo. Acciones como el reciente “Operativo especial de orden y limpieza” del gobierno de la ciudad son parte de una auténtica guerra que las autoridades han declarado de manera cobarde y miserable contra los ciudadanos más vulnerables.


   Estos infames dispositivos les requisan sus pertenencias −lo poco que tienen y les ha costado mucho juntar− robándoles todo lo que pudieran tener; por supuesto no resultan delitos punibles para los funcionarios de la ciudad. Asimismo, cuando tienen menores se los retiran, no realmente para proteger al niño, pues el dispositivo no es para mejorar su situación, solo los aleja del afecto y contención de sus padres. Luego de retirar de una zona a las personas sin hogar, se procede a limpiar el espacio de la calle donde estuvieron. La principal preocupación de los ejecutores del dispositivo es que no se vea la indigencia, lo demás no parece ser su problema.


   Estas y otras “políticas públicas” del gobierno de la ciudad nos obligan a diversificar nuestros esfuerzos en tareas de contención, ayuda psicológica y mayores esfuerzos para empatizar y tranquilizar a aquellas personas, que necesitan mucho más que el plato de comida que les podemos acercar.


   La actividad se centra en los días domingo, pues las personas que están en esta difícil situación nos han manifestado que esos días es mucho más difícil encontrar alimentos, ya sea porque los grupos solidarios como el nuestro escasean, como así también cierran muchos comercios que frecuentemente colaboran con los necesitados.


   En nuestro caso, dos horas antes de salir, en una olla de 30 litros cocinamos los guisos que prepara nuestra cocinera, la compañera Graciela Quezada, y en una olla más pequeña de unos 10 litros la salsa que acompaña el menú; la misma incluye un kilo de carne desmenuzada artesanalmente por la compañera Sheila Thier. Terminada la cocción se vuelca el contenido de ambas ollas de manera proporcional en cada una de las dos heladeritas portátiles de 20 litros, y salimos a repartir por las calles. Nos movemos en un viejo auto y la primer parada es Plaza Congreso, donde en bandejas plásticas servimos a cada persona el plato y unas rodajas de pan casero, obra de la compañera Gabriela Rocha.  Si llegaran a sobrar porciones, recorremos las calles aledañas en busca de personas aisladas. Dentro de los dispositivos de la Unidad de Control del Espacio Público (UCEP) expulsan permanentemente a las personas que se aglomeran para ayudarse a sí mismas, lo que provoca su dispersión, y nos obliga a ir a buscarlos haciendo paradas a lo largo de nuestro recorrido.


   Instamos a conseguir voluntarios que colaboren en estas tareas, promoviendo la formación de más grupos solidarios que se aboquen a estas acciones en forma inmediata. El hambre, la desesperación, la acuciante necesidad no pueden esperar, es ahora.


Referencias

Torres Carrillo, A., “Investigar desde los márgenes de las ciencias sociales” en revista Folios, Universidad Pedagógica Nacional, España, 2011.

Kusch,  Rodolfo, Esbozo de una antropología filosófica americana. Cultura y Liberación, Buenos Aires, Fundación Ross, 2012.

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