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NO ES DEMOCRACIA

  • FOLKLORE DE UNA
  • hace 5 días
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: hace 1 día

Hugo Chumbita

Historiador, doctor en Derecho, profesor del Departamento de Folklore, UNA


No, esto no es democracia. En días recientes oímos a varios comunicadores y personajes públicos que, por fin, se negaban a definir la situación argentina como “una democracia”. Claro, es absurdo aplicar ese título a una comunidad sometida hoy a la degradación de su existencia mediante los más groseros engaños y sacrificios impuestos desde el poder. No estamos en una democracia, sino en un país aplastado por una operación político-económico-mediática que pretende hundirnos en una brutal regresión neocolonial.


     Algunos voceros de opinión siguen mentando la democracia como forma del país actual: unos buscando justificar el estado de cosas, otros considerando que sigue habiendo elecciones y ciertas mezquinas libertades dentro del régimen vigente. Ello se debe a la aceptación acrítica que llegó a tener el concepto de democracia para definir el orden más o menos constitucional que se instauró después de la dictadura militar de 1976-1983. Salimos de la dictadura, recuperamos derechos, pero en realidad no recuperamos “la democracia”.


     No vivimos “en democracia”. Vivimos en un sistema formal de gobierno representativo, con ciertos rasgos de “Estado de Derecho”. Un país no es democrático solo por tener un gobierno electo (ni Hitler ni Trump ni algún monigote local pueden llamarse democráticos porque surgieron de comicios). La democracia es mucho más que eso.


     La democracia es un proyecto, es un objetivo, un sueño, que solo se ha hecho realidad parcialmente en algunos momentos de la historia política. Es sobre todo una perspectiva, una meta a conquistar. Es el ideal de un sistema basado en los intereses superiores de los pueblos, que satisfaga sus derechos y necesidades, que promueva el bienestar y el progreso general por encima de cualquier modo de opresión. Es un proyecto que se opone a la explotación de clase y la explotación a escala internacional.


     Existe un mito que se ha hecho corriente a fuerza de repetirlo: el mito de las “democracias occidentales” del centro del mundo, como ejemplo para los países periféricos: un espejismo de la propaganda y el lenguaje comunicacional imperialista. La historia europea y americana contiene módicas experiencias de avances y realizaciones de sentido democrático, pero no se puede creer que hayan alcanzado “la democracia” (y hoy parecen involucionar a través de las guerras hacia el suicidio colectivo).


     Solo merece el adjetivo de democrático un partido o gobierno que sea consecuente en la lucha por los intereses de las mayorías. La Argentina tiene una larga historia de movimientos nacionales y populares, cuyo proyecto llegó a plantearse en el siglo XX como una “democracia social”. Esa puede ser la utopía que dé fuerza a nuestro pueblo para avanzar hacia el horizonte. Pero no podemos malversar el concepto de democracia aplicándolo al estado actual del país o cediéndolo a las mistificaciones del discurso público.   

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