Karina Bonifatti
En noviembre Daniel Santoro inauguró la muestra “Bares, milagros e inundaciones” en la Galería Palatina (Arroyo 821, CABA), su primera exposición luego de ganar este año el premio de dibujo "Alberto J. Trabucco" otorgado por la Academia Nacional de Bellas Artes.
Su primera parte, compuesta por pinturas de gran formato, presenta los bares (El Británico, La Giralda, La Paz, entre otros) como lugares atravesados por la realidad social y política. La segunda, integrada por dibujos y pinturas en un formato más pequeño, plantea temáticas de la ciudad, los bosques y emblemas arquitectónicos porteños (como el Edificio Kavanagh y el Palacio Barolo), diferencias e injusticias, problemas de la vivienda, así como “los anhelos y esperanzas que los deseos de sus habitantes proponen”.
El impreso que promociona el evento lleva una “Pequeña teoría de los bares” que comienza así: “Parafraseando a Sartre, podríamos decir que: somos aquello que los bares hicieron con nosotros. Un bar en esquina es un panóptico ideal para la contemplación meditativa del mundo, una manera de sentirse parte coherente de la totalidad”.
En el primer cuadro que se ve al entrar, “Teoría y praxis en el bar”, sobresalen las figuras entrañables de María Moreno, Horacio González y David Viñas.
Dice su descripción: Una noche de conversaciones en el interior luminoso de un bar. Durante muchos años nutrimos nuestro arsenal simbólico inmersos en interminables discusiones y teorías novedosas, no advertimos que afuera en oscuros callejones alguien extraño con quien nunca conversamos realiza una praxis que nos deja perplejos. Creíamos en el poder de las palabras pero palabra y acción muchas veces carecen de contigüidad.
Recuerdo que durante la entrevista en su taller, que le hicimos junto a Hugo Chumbita en el N° 6 de DeUNA (mayo de 2019), Santoro nos había dicho sobre esa pintura: “Es un homenaje a las conversaciones que tuvimos en los bares con estos amigos. Aunque no está terminado, le falta una cocción todavía”. Homenaje cumplido. Identifico a Ricardo Piglia y dudo sobre los otros. ¿Nicolás Casullo? ¿Cacho Santana? Y el que sale del bar, ¿es Borges joven?, y el hombre de la vereda ¿es el Che? La sala está repleta y preguntarle al artista parece una misión imposible.
Miro el cuadro “Café Mar azul”, dice el cartel: El pequeño café Mar azul se ve particularmente vulnerable ante la amenaza de grandes anegamientos, a pesar de los oscuros pronósticos, la vida entre los vecinos continúa con la misma indiferencia.
Pasa por allí Julián Fava, filósofo y coautor con Santoro del libro ilustrado Peronismo. Entre la severidad y la misericordia (2019). Fava menciona chistosamente otro de los cuadros, “Intriga en el Florida Garden”, en cuya descripción se lee: “Son las 5 de la tarde, a esa hora un conspicuo personaje sube la escalera del bar confitería, en tanto otros parroquianos continúan con sus asuntos…” Aquí se puede ver al artista terminando la última versión de este cuadro:
Entre el público aparecen los artistas plásticos Lux Lindner, Horacio Riesgo, Fredi Larrosa; también están Ignacio Sosa y Arturo Carvajal. Los comentarios de algunos sobre ciertos cuadros me animan a encarar al anfitrión;
–Una reflexión sobre esta muestra…
Daniel Santoro: –Sí. Bueno, los bares son obras, son como teatros de memorias, o sea, son cosas que estoy recordando, eventos, conversaciones, ¡discusiones!, que puse dentro del marco de un cuadro. Así que por eso están muy densos de significado, quieren decir muchas cosas. Todo lo que está tiene sentido.
–Sobre el que estabas pintando en 2019 donde están María Moreno, David, Horacio y…
DS: –En ese están todos los amigos, toda la gente con la que discutíamos, también el poeta Hugo Mujica, Sasturain…Luis Gusmán ¡pero de más joven! (ríe)
–Cuando te entrevistamos en 2019 muchas de las cosas que dijiste parecen premonitorias. Yo te transmití la pregunta de una compañera sobre este juego del arte y la política: si pintabas con esperanza. Y respondiste que sí, pero que estabas más preocupado que esperanzado. ¿Qué pensás
ahora?
DS: –¡Y ahora, peor! (ríe) ¡Todavía peor! (carcajada)
–¿Y este cuadro? ¿Por qué pensás que se vendió? –señalo el “Teorema en La Giralda”, que tiene un punto rojo en la pared (acabo de enterarme que así se señala un cuadro vendido, todos los días se aprende algo nuevo).
DS: –Porque es muy… Tiene humor. Y es un cuadro con demasiada carga, por eso hay unas explicaciones al costado, porque tiene una carga enorme de significados. Es la entrada de Lacan, del psicoanálisis lacaniano, por sobre el freudiano. Entonces ahí está Oscar Masotta, trae la cabeza anamórfica de Freud.
–Escuché que el anamorfismo está de moda
[anamorfosis: del griego, ‘transformación’; pintura o dibujo que ofrece una imagen deforma y confusa, o regular y acabada, según desde donde se la mire (DRAE)]
DS: –Bueno, sí, yo lo tomé del cuadro “Los embajadores” de [Hans] Holbein. Es la misma forma. Pero en este caso es la cabeza de Freud. Esa es un poco la idea, de que el pensamiento de Lacan es una anamorfosis del pensamiento freudiano. Sería esa la conclusión (ríe).
–Última pregunta, ¿Sería muy imprudente preguntar qué te causa que coincida la inauguración de tu muestra, hoy, acá, con la condena judicial a Cristina?
DS: –Esa es una lamentable coincidencia, terrible. Es terrible el lawfare y todo lo que hacen. Es una canallada inconcebible. Uno pensaría que no se animarían a tanto, y sin embargo, avanzan en ese sentido. Pero bueno, habrá que ver cuál es el límite. Seguramente habrá un límite.
Me voy leyendo la explicación de “El Barolo“: La torre emblemática del edificio Barolo con su ingenio tecnológico en la cúspide proyecta un rayo que podría ser una amenaza para los transeúntes allí abajo. Desde lo alto, el ángel de la Avenida de Mayo (el personaje de Roberto Arlt) le pregunta con amargura a los vecinos: ‘¿Por qué hicieron el mal? ¿Por qué hicieron un infierno de la vida que era tan linda?’.
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