MONTEAGUDO, ideólogo y vocero de la Revolución
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Actualizado: hace 3 días
Marta Inés Schvartzman
Integrante del Colectivo SAWABONA y Colectiva Feminista “AMUYÉN-Nora González Velo”

El único cuadro conocido para el que posó, en1822, durante su destierro en Panamá, lo muestra “elegantemente vestido en su traje de ministro, prendidas las condecoraciones guerreras de Carabobo, Cartagena y Bomboná, obsequiadas por las autoridades de Panamá". Otros retratos son meras supercherías (Páez de la Torre, 2012).
En 1825, antes de ser asesinado en Lima, había recibido la siguiente amenaza: “Zambo Monteagudo, de esta no te desquitas”.
Aquella imagen y esta amenaza resaltan su condición de mestizo. Él firmaba simplemente Bernardo Monteagudo, y en su texto de 1815 “Aristócratas en camisa” criticaba a quienes “miran de sobre ojo al que […] no ha dado en ponerse un de antes del apellido para pertenecer a estos aristócratas mendicantes” (Monteagudo, 1916: 221).
En la múltiple bibliografía existente aparecen como su fecha natal “1785”, “1786” o “hacia 1789”, oriundo de Chuquisaca (actual Sucre, Bolivia), Tucumán o Córdoba.
Un antiguo texto de Valentín Abecia aportó documentos para el debate y fundamentos sobre estos temas controvertidos: “Según la historia oral […] nunca fue materia de duda que la ciudad de Chuquisaca fue la patria del pleiteado Monteagudo, puesto que una generación entera lo afirmaba así […] es uno de los grandes hombres que ha producido Chuquisaca, cuya gentil figura irradiará más a medida que pase el tiempo”. Según la versión oficial argentina nació “de madre tucumana y padre español” en Tucumán; su padre, Miguel Monteagudo, “era pobre no sólo de bienes de fortuna sino aun de educación, pues no sabía escribir”; y se dice también que era “de madre afro con un canónigo en Chuquisaca”. E insistía el citado autor: “No es cierto que Monteagudo sea de la Argentina. Era chuquisaqueño de origen conocidísimo” (Abecia, 1905).
Visiones sobre un revolucionario
Ante tanta información contradictoria, que incluye la circulación de una imagen falseada sin sus rasgos afrodescendientes, veamos más datos. Cornelio Saavedra escribiría con gran desprecio y racismo: ”el alma de Monteagudo, tan negra como la madre que lo parió” (Mangione, 2025: 74).
En 1878 el doctor Ramos Mejía, porteño, “analiza” a Monteagudo. Impresionan los estereotipos y toda clase de prejuicios con los que pretende mantener su discurso “científico”; sin embargo, nos interesan algunos rasgos psicofísicos que consigna en su libro:
”Monteagudo, era precisamente el hombre sensitivo por excelencia; la organización más dominada por esa sensibilidad abundante”; “tenía […] los sentidos dotados de una sensibilidad extrema”; “Su imaginación fácil y abundante, movible, vivaz, como la chispa eléctrica”; “sus ojos negros y centellantes […] a la vez llenos de luz […] revelaban en el brillo de su mirada especialísima y aguda, la emoción incesante [ …] aquel gesto dramático […] con que hablaba a las multitudes “; “la organización social del coloniaje había puesto una valla que él se apuraba por salvar, con un encarnizamiento tanto más enardecido cuanto mayores eran los inconvenientes con que luchaba “; ”la confección de esos peinados enormes, en que el cabello rebelde y rígido de su raza”; “En su figura […] de una belleza estatuaria”.
“Llevaba −dice Ramos Mejía citando a Vicente F. López− “el gesto severo y preocupado: la cabeza con una leve inclinación sobre el pecho, pero la espalda y los hombros muy derechos. Su tez era morena y un tanto biliosa: el cabello renegrido, ondulado y enjopado con esmero: la frente espaciosa y delicadamente abovedada, pero sin protuberancias que llamasen la atención o que le diesen formas salientes; los ojos muy negros y grandes […] El óvalo de la cara, agudo: la barba, pronunciada: el labio grueso y muy rosado: la boca bien cerrada, y las mejillas sanas y llenas […] Era casi alto: de formas espigadas pero robustas; espalda ancha y fácil: mano preciosa, la pierna larga y admirablemente torneada, el pie correcto y árabe. Él sabía bien que era hermoso; y tenía grande orgullo en ello como en sus talentos, así es que […] vestía siempre con sumo esmero”.
“En Lima y en Buenos Aires, durante las grandes funciones de iglesia de los días patrios […] sus ropas irreprochables”; “El lujo en sus trajes, sus baños en aguas olorosas, la abundancia y delicadeza de su mesa, como el cuidado […] de su persona, siempre perfumada y llena de preciosas joyas”; “El erotismo frecuente”; “el erotismo de Monteagudo tiene algo […] en las páginas más brillantes de la historia”; “tenía un conocimiento abundante […] de toda esta botánica [… ] que ha producido la materia médica popular”; “era frugal” (Ramos Mejía, 1927).
Hasta hoy el personaje sigue suscitando incógnitas, y nos preguntamos: en la rígida sociedad de castas de las colonias españolas ¿cómo fue posible que un niño, un joven afrodescendiente haya tenido acceso y haya podido adquirir tan profusa, exuberante formación intelectual e histórica? Eran épocas de libros prohibidos por la Inquisición. Observemos por ejemplo que en su Ensayo sobre la Revolución del Río de la Plata nombra al “temerario Dessalines”, líder de la Revolución Haitiana triunfante en 1804.
Por otra parte, ¿cómo costeó su manutención en la ciudad de Chuquisaca y su Universidad, donde se graduó con honores en 1806 en la carrera de Derecho?
Él se sentía vasallo sólo de la LIBERTAD, así la escribía, con mayúsculas.
El trayecto de su vida
En 1808 escribió su Diálogo entre Atahualpa y Fernando VII en los Campos Elíseos, un texto anticolonial impreso, que circuló en forma clandestina. Fue preso tras su participación en la Revolución de Chuquisaca de 1809, que abogaba por la libertad y el autogobierno. Se fugó en noviembre de 1810 y se unió a las filas del Ejército Auxiliar del Perú al mando de Juan José Castelli, que había tomado Potosí. Castelli, conocedor de los antecedentes revolucionarios de Monteagudo, lo nombró su secretario.
En 1811, redactó con Castelli la Proclama de Tiahuanaco, que fue distribuida en castellano, quechua, aymara y, según algunos autores, en guaraní; leída en la Ceremonia realizada el 25 de mayo para conmemorar el primer aniversario de la Revolución.
Acompañó a Juan José Castelli a Buenos Aires, siendo su abogado en el juicio al que lo sometieron. Luego fue director de la Gaceta de Buenos Aires, fundó el periódico Mártir o Libre y después El Grito del Sud, órgano de la Sociedad Patriótica, que también instituyó y de la que fue vocero.
En 1812, tras la reorganización de la Sociedad Patriótica, ingresó a la Logia Lautaro, con José de San Martín y Carlos de Alvear. Impulsó y protagonizó la Asamblea General Constituyente y Soberana del Año 1813, que declaró el principio de la soberanía del pueblo, y entre otras medidas trascendentales dictó la libertad de vientres y el fin del tráfico de esclavos, suprimió los títulos de nobleza, derogó el servicio personal de los indios, abolió la Inquisición y declaró la libertad de cultos.
En 1815 edita el periódico El Independiente en Buenos Aires, y al caer el Directorio de Alvear es enviado al destierro en Europa. Pudo regresar en 1817, cuando San Martín lo nombra Auditor de Guerra del Ejército de los Andes con el grado de teniente coronel. En San Luis fue fiscal contra los prisioneros realistas españoles sublevados.
En1818 circula su texto Relación de la Gran Fiesta Cívica celebrada en Chile el 12 de febrero de 1818, donde argumentaba sobre la importancia del hecho independentista. En 1820 fundó en Santiago de Chile el periódico El Censor de la Revolución y participó de los preparativos de la expedición al Perú. Viajó con el Ejército Libertador del Perú donde ofició de Auditor de Guerra, editando el Boletín del Ejército Unido.
El general San Martín, como Protector del Perú, lo nombra en 1821 ministro de Guerra y Marina, luego hasta 1822 ministro de Estado y Relaciones Exteriores. Aquel gobierno abolió los tributos de los pueblos nativos, dictó la ley de “vientres libres”, creó la Sociedad Patriótica, instituyó la Orden del Sol, entregada a los patriotas incluyendo 193 mujeres, de las cuales 33 eran monjas, se fundó la Biblioteca Nacional –de la que Monteagudo fue su primer director−, se estableció la libertad de imprenta y la regulación protectora del comercio.
En Lima Monteagudo funda en 1821 el periódico El Pacificador del Perú, editado por el Ejército Libertador, que reseña las primeras operaciones navales y terrestres e informa sobre el fin del gobierno colonial. También se encarga de la Gaceta del Gobierno, órgano oficial del Protectorado, que registra todo lo relativo a los primeros años del Perú independiente y los devenires de la guerra de emancipación. En 1822 promueve la aparición de El Sol del Perú, vocero de la Sociedad Patriótica de Lima.
Cuando San Martín viaja a Guayaquil para entrevistarse con Bolívar, en Lima un golpe contra Monteagudo lo destituye y deporta.
Más adelante, Bolívar lo incorpora a su círculo íntimo, confiándole la tarea de preparar la reunión del Congreso Anfictiónico que en Panamá debía concretar la ansiada unidad latinoamericana.
El 28 de enero de 1825 fue apuñalado en una calle de Lima, frente al Convento San Juan de Dios., donde fue enterrado dos días después (Mangione, 2025). Bolívar se ocupó de investigar el crimen, cuyo autor material fue apresado, pero nunca se aclaró quiénes fueran los instigadores (Redacción Broquel, 2020).
Algunos historiadores relacionan el asesinato con el clima de odio sembrado en el último baluarte del régimen colonial. La bula papal Etsi longissimo terrarum ordenaba en 1816 “no perdonar esfuerzo para desarraigar y destruir completamente la cizaña de alborotos y sediciones que el hombre enemigo sembró en esos países […] con todo el celo que pueda, los terribles y gravísimos perjuicios de rebelión […] con la fidelidad y obediencia debidas a vuestro monarca [… ] en los pueblos que están a vuestro cuidado” (Pío VII). Era posible entonces que “el que asesinase a Monteagudo sólo se hacía un instrumento de la justicia divina” (Iñíguez Vicuña: 167). Monteagudo había sido el ejecutor de la expulsión del arzobispo de Lima y de muchos españoles realistas. “La ciudad de Lima era en América el principal asilo del poder inquisitorial, como también el lugar donde había colocado su asiento el más irrisorio fanatismo” (op. cit.: 24).
Más sobre su obra escrita
La obra escrita de Monteagudo comprende, además de lo ya mencionado, numerosos artículos destacables en la Gaceta de Buenos Aires, aparecidos entre 1811 y 1812, y en particular el Ensayo sobre la Revolución del Río de la Plata desde el 25 de Mayo de 1809, publicado en Mártir o Libre el 25 de mayo de 1812. En 1814 escribe el prólogo y edita en Buenos Aires el libro Pan y toros: oración apologética que en defensa del estado floreciente de España en el reinado de Carlos IV dijo en la plaza de toros de Madrid D. Gaspar M. de Jovellanos, una obra satírica contra la tauromaquia para demostrar el atraso de la metrópoli.
Otros de sus textos de 1815 se refieren a “Libertad Política y Civil” y “Federación”.
En Chile, 1820, publica en El Censor de la Revolución “El siglo XlX y la Revolución”y “Estado actual de la Revolución”. En El Pacificador del Perú, 1821, su Ensayo sobre las ventajas de la paz respecto de ambos partidos. En 1822 se editan sus informes sobre las tareas administrativas del gobierno del Protectorado. Y al año siguiente, en Quito, su Memoria “Sobre los principios políticos que seguí en la administración del Perú y acontecimientos posteriores a mi separación”.
Otro texto fundamental en 1824-25 fue el Ensayo sobre la necesidad de una Federación General entre los Estados hispano-americanos y Plan de su Organización (Monteagudo, 1916).
Consideraciones finales
Como deuda histórica hacia esa intensa y prolífica vida está pendiente la tarea de recopilación y publicación de los textos completos que redactara Bernardo Monteagudo como protagonista central en el proceso de emancipación del continente.
Fue parte de las luchas anticoloniales de los pueblos nativos, andinos, africanos y afrodescendientes, así como de las estrategias de supervivencia física y cultural, por lo general ignoradas en el relato histórico oficial.
Ojalá pudiéramos desprendernos de la mirada supremacista eurocentrada, con lastres coloniales, que ha subsistido tras los procesos independentistas, para seguir escribiendo la segunda y definitiva independencia de NuestrAmérica, la Abya Yala.

Bibliografía y notas
Abecia, Valentín, “La cuna de Monteagudo”, Boletín de la Sociedad Geográfica de Sucre, Historia documental, 1905; en https://repositorio.pucp.edu.pe/server/api/core/bitstreams/68fc5410-8d97-4446-a2d6-3117fa10491f/content
Chumbita, Hugo, El secreto de Yapeyú. El origen mestizo de San Martin [2001], Buenos Aires, Editorial Octubre, 2014.
Iñíguez Vicuña, Antonio, Vida de don Bernardo Monteagudo, Santiago de Chile, Imprenta Chilena, 1867.
Monteagudo, Bernardo, Escritos políticos, Recopilación por Mariano Pelliza, Buenos Aires, La Cultura Argentina, 1916.
Mangione, Germán, Porqué volver a Monteagudo, Benos Aires, Editorial Ágora, 2025.
Páez de la Torre, Carlos, “El rostro de Monteagudo y una superchería”, La Gaceta, 1/4/2012
Pío VII, Bula papal, en: https://web.archive.org/web/20161229152143/http://www.franciscanos.net/500anos/LA%20ENCICLICA%20LEGITIMISTA%20DE%201816.htm
Ramos Mejía, José María, Las neurosis de los hombres célebres en la Historia argentina, Buenos Aires, Editorial Científica y Literaria Argentina, 1927.
Redacción Broquel, “El Procurador Ramón Ferreira y la misteriosa muerte de Bernardo de Monteagudo”, 8/7/2020; en https://broquel.ptn.gob.ar/2020/07/08/el-procurador-ramon-ferreira-y-la-misteriosa-muerte-de-bernardo-de-monteagudo/






















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