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VIGENCIA Y DESAFÍOS DEL PENSAMIENTO DE KUSCH y el arte invisibilizado

Daniel Adrián Riesgo

Parte de la ponencia al 2° encuentro del Ciclo “Enfoques de Rodolfo Kusch para gravitar el patrimonio”,

Dirección de Patrimonio Cultural del Instituto Cultural de Provincia de Buenos Aires, 7 de julio 2023 (https://www.youtube.com/watch?v=NhktbE9j2Xs)


Es importante hoy recordar el pensamiento de Rodolfo Kusch, uno de los intelectuales del pensamiento nacional y particularmente del folklore y las culturas populares. Las epistemologías del sur implican repensarnos todo el tiempo, el “pensar situados” como forma de poner nuestra identidad en lucha con los valores hegemónicos occidentales.  

 

La importancia de Kusch en el presente 

 

Lo primero que quiero mencionar es que siento como si este 2023 fuese “el año de Kusch”. Estoy escuchando hablar mucho de Kusch en distintos ámbitos; hace tres semanas, exponiendo en el Congreso del Pensamiento Nacional Latinoamericano en la Universidad de Lanús, de cada tres exposiciones que escuchaba, al menos dos lo nombraban. 

   Voy a empezar por las conclusiones: 

   Creo que las epistemologías poscolonialistas, las decolonialistas, y especialmente la filosofía de Rodolfo Kusch, que se relaciona con cada uno/a de nosotros y nosotras, implican un acto no solo de conocimiento propio sino también de activismo, implican un acto de militancia. 

   Si bien hay una vigencia de la enseñanza del pensamiento de Kusch en los ámbitos académicos, el desafío que nos plantea tiene una doble dimensión de acción democrática:

a) Personal: me refiero a un acto con respecto al “pensar situados” o el “estar siendo” que nos desafían a una transformación personal, una toma de conciencia, por tomar dos de los conceptos que sintetizan una parte importante de su pensamiento; y

b) Colectivo: ya que también implica el desafío de instar a generar una conciencia colectiva acerca de las estructuras de dominación expresadas en el racismo, la incomprensión, la falta de reconocimiento y la invisibilización en algún punto descriptas y denunciadas en la palabra de Kusch.

   Lo que quiero plantear es la problemática alrededor del tema de la “cultura nacional” como una de las manifestaciones donde se aplica el pensamiento de Kusch, porque precisamente creo que uno de los obstáculos para poder “pensarnos situados” es lo que llamo y comúnmente se denomina el proceso de “cristalización” del corpus de estéticas y valores que llamamos “Cultura Nacional”, concepto que nos lleva al “Arte Nacional” y al “Folklore Nacional”: folklore como saber popular, como conocimiento o manifestación popular, como fenómeno social.

   Aproximo una hipótesis, y es que no vamos a poder construir un pensamiento propio como latinoamericanos/as o un “pensar situados/as” si no rompemos con el ideario cristalizado del concepto de cultura nacional. 

   Hablar de cultura nacional, de patrimonio nacional, o de arte nacional, lo que en algún punto nos lleva también al folklore, es hablar de identidad.

   Kusch nos convoca a repensarnos, a una transformación subjetiva profunda, a tratar de reconocer en cada uno/a de nosotros/as ¿qué es lo que entendemos por identidad? o ¿cuál es nuestra identidad?, ¿cómo la vivenciamos?, ¿qué es lo que reconocemos y que no reconocemos? tanto a nivel personal como del territorio que habitamos, o ¿qué es lo que está oculto en cada uno/a de nosotros? 

   Uno de los principales problemas es que nuestra formación occidental implica que necesariamente queremos o debemos encuadrar y cristalizar todo. Por otro lado, la búsqueda incesante de identificarnos con una cultura “occidentalizada” contribuye a hegemonizar las estructuras de dominación a través de imponer contenidos, valores y estéticas.  

   A partir de esto planteo tres preguntas que nos cruzan o debiéramos preguntarnos a lo largo de esta exposición:

   ¿Quiénes somos?, o mejor dicho ¿Qué quiere decir identidad en cada uno/a de nosotros? 

   ¿Qué narrativas influyen en nuestras miradas?, y finalmente:

   ¿Dónde observamos esta cristalización? 

   Voy a hacer mi exposición presentando cuatro ejes conceptuales que propongo para que nos sirvan a modo de herramientas de análisis de la realidad contemporánea. 

 

Cuatro conceptos para analizar la cristalización de la cultura nacional

 

1. Cristalizado vs orgánico

¿Qué es lo cristalizado? 

   En términos generales la filosofía hegemónica del mundo occidental en la modernidad busca la universalidad, es decir, el conocimiento total y antropocéntrico. 

   En su relación con el modo de producción capitalista busca el dominio del mundo a través de la objetivación, el cual es un elemento fundamental de la ciencia moderna positivista, y un recurso para no crear miedos e incertidumbres. Esta es una característica central del sujeto moderno. 

   Para Kusch, Occidente es el mundo del “estar”, madre de la técnica, el mundo donde necesitamos tener certezas. Por eso el desarrollo de una filosofía tecnificada reitera lo ya visto y subsume el caos natural y manifiesto en categorías fijas.

   En este punto, lo novedoso de Kusch, contrario al mundo occidental, es que ve en el pensamiento popular latinoamericano un impulso a pensar lo aún no visto, lo de algún modo alejado de la técnica y “entregado” al devenir natural; es lo que ubicamos en el “siendo”. 

   En este marco, cuando hablamos de cultura analizo la adjetivación de “nacional” en la directriz de la relación entre el “estar” (lo cristalizado) y el “siendo” (lo orgánico); y utilizo la categoría de “cultura nacional” como una síntesis que engloba expresiones como el Arte Nacional, el Patrimonio Nacional y el Folklore Nacional. 

   Volviendo al asunto, cuando digo cristalizado me refiero a ver determinados fenómenos o mejor dicho corpus de elementos culturales que se constituyeron como inmóviles, y que por lo tanto no tiene vida. Un ejemplo es la idea de Patrimonio Nacional, como ser un monumento, un mobiliario o una estatua que no se mueven. Lo mismo sucede con el “Folklore Nacional”, es decir un corpus de manifestaciones con contenidos, valores y estéticas que quedan estáticas, se catalogan, categorizan, clasifican, etc. y que, como mencioné anteriormente, no tienen vida. 

   Esto es lo contrario del “siendo”. El “siendo” es orgánico y tiene una dinámica. Tiene vida, cambia, por lo tanto, no me da certeza y eso es lo que me puede incomodar.

   De aquí parte un dilema, porque si categorizamos, clasificamos y constituimos elementos identitarios de la cultura nacional, sea patrimonio o folklore, en este caso estamos cristalizando contenidos para generar identificaciones, y por lo tanto necesito que esos elementos no cambien, ¿o si necesito que cambien? 

   Porque para identificarme con algo, necesito que ese contenido no cambie en el día a día, sino no generaría una identidad, pero por otro lado no puedo invisibilizar expresiones oprimidas en el pasado o fenómenos emergentes en el presente, porque estaría desconociendo expresiones populares legítimas, y por ser vigentes, contemporáneas.

   Entonces, concluyendo este eje, la institucionalización de manifestaciones culturales requiere de la técnica y es ahí donde aparece la cristalización como condición necesaria para ese proceso.

 

2. “Estar-siendo”

El segundo eje conceptual es el famoso “estar siendo”. En este eje cada uno/a de nosotros puede entrar en una contradicción interna porque Kusch nos propone un acto de valentía, es decir, un acto de intentar cambiar nuestra formación para comenzar a vivenciar el “estar siendo”. En Geocultura del Hombre Americano, menciona que “Occidente no tiene un instrumental adecuado para pensar a nivel filosófico el ‘estar’ que caracteriza a nuestro vivir” (Kusch, 1976: 155).  

   La falta de una mirada sobre el “siendo” favorece aún más el estado de cristalización que estoy mencionando. 

   A mi entender, es justamente en el concepto de “estar siendo” donde se hace necesario comprender la profundidad del pensamiento de Kusch con relación al mundo occidental y el americano. Presento un breve esquema conceptual acerca de ello.


   De este modo el “estar” es anterior al “ser”. El acto o acontecer origina un “estar”; dicho de otra forma, se origina un cuerpo donde se va a desarrollar el “ser”, el desarrollo del “ser” se manifiesta en un “siendo” y la conjunción de esta manifestación es el “estar siendo”.  

   El “estar siendo” se constituye como un acto originario, no diría “natural” porque deberíamos conceptualizar una palabra tan compleja.

   La falta de conciencia y valorización del pensamiento profundo americano hace que se hegemonice la cristalización de la cultura popular, y de aquí viene el tercer eje que es lo negado.

 

3. Lo negado 

Lo negado es la falta de conciencia, que no se puedan visibilizar determinadas manifestaciones sociales emergentes, en este caso culturales. Sucede, por ejemplo, en el ámbito del folklore, donde aparecen nuevas manifestaciones, por poner un caso el tango entre mujeres y otras nuevas formas de arte que no las consideramos o las invisibilizamos, y en algunos casos son atacadas desde posturas más conservadoras porque no forman parte de lo que esos sectores conservadores denominan cultura o folklore nacional. Y la explicación que dan es que esas expresiones no identifican a la Argentina o el “ser nacional”. 

   Entonces aparece lo negado. Como mencioné anteriormente, para Kusch el pensar culto se manifiesta en una hegemonía epistémica donde predomina lo técnico, y en consecuencia se configura como una forma de pensamiento que solo permite reiterar lo ya sabido.  Ahí es donde se patrimonializa, donde se categoriza, donde gran parte de la gente, inclusive parte de mundo artístico y académico, se siente cómoda, y eso es lo que se transmite en algunos escenarios y sistema de enseñanza como el ser argentino o la cultura nacional.

   Kusch plantea precisamente que lo que nos falta son categorías para analizar lo que no vemos. En verdad no las tenemos. En verdad, a nivel de estudios y análisis de estos fenómenos, o mejor dicho de ciencia, hacen falta categorías de análisis: “entra como componente significativa en nuestra mentalidad colonizada una cierta ceguera que no nos deja ver qué ocurre con América […] ya que nos falta la fe y no tenemos las categorías necesarias para comprenderla” (Kusch, 2007: 549).

   Kusch ve en el pensamiento nativo latinoamericano un impulso a pensar lo aún no visto, alejado de la técnica y “entregado” al devenir natural.

   En el documental “De Ushuaia a la Quiaca”, después que Leda Valladares reúne estudiantes y maestros/as de la quebrada de nuestro norte argentino para bagualear y coplear, les define a León Gieco y Gustavo Santaolalla qué es la baguala para ella. Dice: “La baguala, canto cósmico para gente joven, canto inconvencional, inaudito, de una enorme libertad, es el canto delirante, para los jóvenes del mundo que están en contra de lo convencional”.


Santaolalla, Melchora Abalos, Gieco, Leda Valladares y un vecino de Amaicha del Valle, Tucumán.

(De Ushuaia a la Quiacal Tripleve Editores, 2008)

 

   A propósito de este documental, se van a cumplir 40 años del maravilloso trabajo de encuentro y en algunos casos recopilación de nuestras músicas folklóricas “de Ushuaia a la Quiaca” realizado en 1985 por León Gieco y Santaolalla, que a poco de la recuperación democrática implicó un genial y rupturista encuentro entre dos mundos que se veían como opuestos, el del rock y el del folklore. Dos músicos del rock fueron a las fuentes más genuinas de nuestra música, a lo más profundo y autóctono. Ver: https://www.youtube.com/watch?v=r2CrXKMVFPs

   Volviendo al punto que vengo desarrollando, si nos acercamos al pensamiento de Kusch y nos alejamos de la filosofía occidental, encontraremos en el pensamiento y la cultura latinoamericana profunda el impulso para poder acercarnos y descubrir lo invisible o invisibilizado, lo inaudito y lo silenciado dentro del espacio que habitamos.

La mediocridad para algunos es normal,

la locura es poder ver más allá.

¡Baila y baila Casandra!” (Charly García, “El tuerto y los ciegos”, 1974)

 

4. Geocultura

El último eje de análisis que me parece interesante retomar del pensamiento de Kusch es el de geocultura. Implica la intersección de lo geográfico con lo cultural, entonces desde este concepto el pensamiento se da siempre situado; por lo tanto, hay una gravidez del pensar marcada por el suelo.

   Naturalmente el espacio geográfico genera un hábitat, y ahí se constituye el corpus simbólico donde se desarrolla el “ser”. Para Kusch el suelo deforma lo absoluto, porque rompe con esa construcción abstracta que fue pensada para otro suelo, por ejemplo el europeo. Es por eso que es vital el concepto de geocultura, porque considera lo fundante del suelo como generador de cultura (corpus simbólico) por un lado, y la imposibilidad de cualquier tipo de pensamiento absoluto universal por otro. Y ahí se genera una tensión entre estos dos componentes, suelo y búsqueda de universalidad. Por lo tanto, lo “absoluto” está condicionado por la cultura de su tiempo.

   Kusch dice: “Detrás de toda cultura está siempre el suelo. No se trata del suelo puesto, así como la calle Potosí en Oruro o Corrientes en Buenos Aires, o la pampa, o el altiplano, sino que se trata de un lastre en el sentido de tener los pies en el suelo, a modo de punto de apoyo espiritual, pero que nunca logra fotografiarse porque no se lo ve […] Y ese suelo así enunciado que no es ni cosa, ni se toca, pero que pesa, es la única respuesta cuando uno se hace la pregunta por la cultura. Él simboliza el margen de arraigo que toda cultura debe tener. […] No hay otra universalidad que esta condición de estar caído en el suelo, aunque se trate del altiplano o de la selva. De ahí el arraigo, y peor que eso, la necesidad de ese arraigo, porque si no, no tiene sentido la vida” (Kusch, 2007: 99-110).

   Aquí quiero plantear nuevamente: ¿cómo entendemos estas manifestaciones populares? lo mismo podríamos aplicar al patrimonio cultural, es decir ¿qué estoy visibilizando? o ¿qué puedo reconocer como parte del patrimonio?, ¿qué instancias hay para establecer un fenómeno como parte de la cultura o patrimonio identitario de un territorio? Porque por un lado necesito cristalizar, ya que no puedo cambiar los contenidos y estéticas que me identifican colectivamente a cada rato; sería como decir “esta comida o este atuendo o esta manifestación de música forma parte de mi identidad, pero mañana van a ser otras”; sin embargo, por otro lado no puedo dejar de sentir y vivenciar lo orgánico, lo emergente.

   Necesito cristalizar algo y a su vez necesito poder visibilizar lo nuevo, porque sin eso no estaría reconociendo el devenir, lo orgánico en la sociedad. Unas manifestaciones dejan de ser vigentes y mueren y otras nacen. Además, el respeto al ciclo natural es el respeto al pueblo que genera esas manifestaciones. 

   Kusch menciona en América Profunda: "la cultura supone entonces un suelo en el que obligadamente se habita. Y habitar un lugar significa que no se puede ser indiferente ante lo que aquí ocurre” . 

   Entonces el punto de esta exposición es ¿dónde podemos encontrar hoy manifestaciones patrimonializables? o ¿qué características tienen los fenómenos que podríamos caracterizar dentro de nuestra cultura nacional o folklore? 

   Teniendo en cuenta estos cuatro ejes de análisis, planteo pues la relación entre el proceso de “cristalización” de los fenómenos de la cultura nacional y la problemática acerca de cómo concebirlos en la contemporaneidad.

 

La cristalización

 

Hay un período entre 1880 y 1950 aproximadamente, en el que se seleccionaron y cristalizaron determinadas expresiones que van a ser consideradas “aptas” para representar el “ser argentino”. Se conforma un corpus de contenidos y estéticas que van a formar parte del “Folklore Nacional” y se invisibilizaron otras.  Este corpus se constituye como una herramienta de socialización emanada desde un aparato estatal que cumplía la función de conformar un “Estado Nacional”. 

   Estos contenidos se definen y recopilan muy discutiblemente bajo el concepto selectivo de “tradición”.

   Volviendo a Kusch, en el proceso histórico de la Argentina, la independencia de España se desarrolló en la misma línea ideológica y simbólica que en la colonia. Es decir, se asume libremente una posición de coloniaje, de pensamiento colonial tratando de imitar todo lo europeo. “Lo que había sido un coloniaje de cuerpo y de sangre inmigrada durante la colonia se convierte así en coloniaje de espíritu con la Independencia” (Kusch, 2007: 84).

   En relación con esto, menciona acerca de la conformación del Estado nación: “Hemos fundado una nación sin pueblo” (Kusch, 2007: 326).

   Entonces, cómo visibilizar esas expresiones silenciadas, del pasado y actuales, o mejor dicho, ¿qué determina que un fenómeno social pueda considerarse parte o patrimonio de la identidad colectiva del “folklore nacional” o la “cultura nacional”?  y ¿cómo concebir un fenómeno folklórico en la contemporaneidad del siglo XXI?

   Para resumir en esta ponencia, se trata de la construcción de nuestra identidad, y propongo hacerlo a partir de la relación de tres ejes: identidad, comunidad y espacio; y la relación entre los mismos.

 


a. Identidad-comunidad: El hecho folklórico siempre es comunitario, y la cohesión grupal se conforma a partir de una identidad que se constituyó desde las tensiones internas o condicionamientos externos a dicha comunidad; desde ese corpus identitario se moldea una determinada forma de percibir, sentir, pensar y actuar de una manera y no de otra. La tradición legitima y cristaliza la identidad ubicándola en una comunidad. Conecta identidad y comunidad. 

   Todo fenómeno folklórico tiene tradición, se transmite a lo largo del tiempo; sin embargo, es importante mencionar que al momento del análisis interpretemos que la tradición no es un elemento que viene del pasado hacia el presente, sino una lectura que desde una posición ideológica y posicionamiento conceptual-político hacemos desde el presente: se seleccionan determinados elementos del pasado y no otros.  

   Es muy claro el concepto de “tradición selectiva” de Williams (1981), quien menciona que la tradición siempre es selectiva, ya que es una versión del pasado, que elige y acentúa ciertos significados y prácticas y rechaza o excluye otros; de acuerdo a los intereses hegemónicos se activan determinadas conexiones históricas que ratifican aspectos del dominio presente. 

   Un claro ejemplo es el corpus del Folklore Nacional evaluado anteriormente; como diría Said (1993) buscamos “arrancar la tradición histórica de las garras de los sectores dominantes” y restaurar el tiempo pasado a la luz del presente que amenaza a los oprimidos

   Al respecto señalo esta frase: “Investigar en el campo popular e indígena no implica buscar algo ajeno a uno, algo que se pueda considerar como superado, sino que se trata de algo que encierra una faz importante de uno mismo, que, a su vez, podría generar un pensamiento nuevo” (Kusch, 2007: 212).

 b. Identidad-espacio: La segunda característica a relacionar es la espacial. Las expresiones identitarias van a tener un asentamiento espacial, de ahí nace el “arraigo”.

La tradición se complementa con el arraigo, al que concibo como un proceso y efecto a través del cual se establece una relación particular con un territorio, un sentimiento de pertenencia. 

   El arraigo genera lazos más fuertes con un espacio, que inclusive puede ser virtual.

 c. Espacio-comunidad: La tercera característica se refiere básicamente al lugar de residencia. Podemos leerla como la residencia del grupo humano, pero también como la residencia solo del fenómeno folklórico.

   Lo que está adentro de este triángulo es el “estar siendo”, el siendo o quién soy yo. 

   Acerco algunos conceptos de la sociología como los de Pierre Bourdieu y otros autores, por ejemplo, yo puedo sentir, yo puedo ver esto, yo puedo reconocer a estos fenómenos, pero estoy respondiendo a ciertas estructuras de dominación. En otras palabras “el siendo”, es decir, mi sentir, está dentro de ciertas condiciones materiales de vida. 

   No es solamente un sentir ingenuo, es un sentir dentro de una estructura clásica de dominación, y estos condicionamientos hacen que pueda visibilizar o que invisibilice, que me ubique en un lugar de cristalización o en un lugar orgánico.

   Con esto apunto a que esta idea de cultura nacional o folklore nacional cristalizado debiera verla como orgánica, como manifestaciones que tienen movimiento; como dije antes, unas mueren y oras nacen.

   Estos aportes son una síntesis de una indagación teórica más amplia recientemente publicada. 

   La otra cuestión es que ya no debiera pensar en un folklore nacional, sino en un folklore plurinacional, porque además nuestras expresiones y nuestras manifestaciones son regionales, no tienen fronteras. 

   ¿A dónde vamos? A quitar los rasgos positivistas, funcionalistas de las teorías de Folklore para construir nuestros propios sentidos:

− en vez de un “Folklore Nacional”, reconocer un “Folklore Plurinacional”.

− en vez de fenómenos folklóricos cristalizados reconocer a los fenómenos folklóricos como orgánicos.

− en vez de una tradición selectiva, reconocer y visibilizar los fenómenos folklóricos con perspectiva de memoria y perspectiva de género.

   Finalmente, el planteo de Kusch nos lleva a una transformación personal y colectiva, a un acto de pregonar, un acto de cambiar o un acto de militancia, y a poder valorizar nuestras propias historias, a revalorizar nuestras propias prácticas contemporáneas, a esperar que pueda pasar algo distinto.

 

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