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LA HISTORIA DE LAS "DEMOCRACIAS"

Horacio Mosquera



Las formas de gobierno a las que generalmente solemos llamar “democracias” fueron evolucionando a lo largo de la historia de la humanidad, desde la polis griega hasta hoy, con diversas instituciones que han servido para pautar un sistema de vida democrático. Y seguramente hubo formas democráticas que ni conocemos aún: queda un largo camino por transitar en la investigación sobre otras culturas del pasado o contemporáneas.

   Las antiguas “democracias” fueron restrictivas, ya que no toda la población participaba de ella, y conquistar el derecho a participar políticamente del gobierno fue un derrotero en el que se inscriben grandes luchas, con avances y retrocesos. Un gobierno del pueblo y para el pueblo, que priorice los intereses populares mayoritarios y que respete también expresiones minoritarias, no es simple de lograr; repasemos por un momento la actualidad del mundo y nos daremos cuenta de lo difícil que es.

   La polis griega, por ejemplo, fue restrictiva, ya que esa sociedad estaba basada en el trabajo de las personas esclavizadas, que por supuesto no participaban de las decisiones, así como tampoco lo hacían otras categorías sociales en las que estaba dividida la sociedad.

   La revolución estadounidense primero, y la revolución francesa luego, nos colocaron frente al modo de gobierno republicano, extraído, al igual que los códigos, de la vida institucional del Imperio romano. En estas repúblicas las restricciones también se encontraban en la base del sistema, siendo que el voto iba unido a distintos atributos que los ciudadanos debían poseer para poder votar y ser elegidos para las distintas funciones de gobierno.

   En nuestro país la historia no fue tan distinta. Al mismo tiempo que se producía la revolución estadounidense se creó el Virreinato del Río de la Plata. El gobierno de las ciudades en las colonias americanas estaba en manos de los cabildos, donde los cabildantes eran elegidos por el voto directo o indirecto de un círculo de “vecinos”; lo cual no quiere decir que fuesen todos los habitantes, debido a que regía el sistema de castas, que por diferentes causas −donde sobresalían las distintas pertenencias étnicas− excluía a la mayor parte de la población de la posibilidad de elegir y ser elegido.

   Para decidir sobre temas extraordinarios se podía acudir al Cabildo Abierto, en el que no sólo participaban las autoridades, sino el resto de los considerados “vecinos”. En las sesiones del Cabildo de Buenos Aires, que se encuentran cuidadosamente conservadas y digitalizadas para su conservación y acceso, podemos encontrar distintas sesiones de la vida institucional que en gran parte reflejan las preocupaciones de la ciudad.

   Si bien por un lado ésta era una institución colonial, con todo lo que el colonialismo trágicamente incluye, y en tanto tal restrictiva, no estaba fuera de su contemporaneidad; inclusive en términos cronológicos fue una institución establecida antes de las grandes revoluciones anti monárquicas del siglo XVIII. De allí cierta legitimidad para convocar al “pueblo” a sesionar y decidir sobre el futuro del Virreinato, como en 1810, aunque estuviera por fuera de sus atribuciones habituales.

   También es de señalar lo poco que sabemos sobre las “democracias directas” que se ejercieron en el territorio americano, ya sea en la vida de los pueblos originarios o en momentos de crisis y rebeliones.

   El siglo XIX muestra en nuestro país el avance de una democracia excluyente de las mayorías sociales. A mediados del siglo, mediante represiones y luchas sangrientas, detrás de la fórmula de “la república posible” se conforman en el continente distintas repúblicas “antipopulares” que podríamos llamar también anti-democráticas, porque es visible la intención que se manifiesta, a través de la violencia, de alejar incluso a los pocos grupos de la población que podían participar de la lucha electoral; e incluso se fraguaban orgullosamente los resultados.

   En 1916, como fruto de luchas políticas y revoluciones, y sólo por doce años, funciona una institucionalidad con legitimidad popular; aunque no es menor el hecho de que la mitad femenina de la ciudadanía no pudiera votar, y que los porcentajes de participación se mantuvieran muy bajos. Años más tarde, y a pesar de que el respeto por la voluntad popular vuelve a imponerse en 1946, las mujeres recién pudieron votar en 1951.

   Lo que siguió hasta 1973 fue una larga lista de ensayos no democráticos, alternados con otros altamente autoritarios, con el propósito de que el peronismo quedara finalmente fuera de la lucha política. El año 1976 marcó el inicio de una de las peores etapas de la vida de la sociedad argentina.

   Por eso es que la recuperación de la legalidad democrática en 1983, con todas sus falencias, aún con gobiernos que no respetaron la voluntad popular y otros que abiertamente la tergiversaron, no puede dejar de ser conmemorada y honrada. Aunque la vigencia de la democracia implica muchas instancias y no solamente el voto.  

   Valoramos el régimen constitucional porque costó demasiado recuperarlo, y porque es el único sistema que permite a los intereses populares expresarse con legitimidad. Y por esto mismo puede ser amenazado por sectores reaccionarios que no sólo quieren restringir la participación, sino también dañar la memoria de las luchas que tuvo que realizar el pueblo argentino para conseguirlo.



   El edificio del Cabildo, frente a la Plaza de Mayo, fue testigo de las mayores movilizaciones populares, e incluso recibió a los presidentes en sus balcones, pero también fue testigo de las atrocidades que se realizaron con el objetivo de mantener al pueblo al margen de las decisiones.

   Recordemos que el 16 de diciembre de 1982 se produjo la mayor movilización contra la dictadura, una marcha convocada por “la Multipartidaria” a la que se plegaron sectores importantes de la sociedad, como los sindicatos liderados por Saúl Ubaldini y grupos estudiantiles, además de las columnas de los partidos políticos y tantos jóvenes y personas que iban por su propia cuenta. Esta marcha fue de gran importancia para terminar con la dictadura cívico militar, que no tuvo más remedio que convocar a elecciones; y recordemos que hubo una gran represión, y cayó asesinado frente a la esquina del Cabildo el obrero metalúrgico Dalmiro Flores, de 28 años, llegado de Salta.

   Nuestra lucha por la democracia tuvo estos héroes, entre tantos otros que enfrentaron el poder dictatorial. Por ello saludamos el gran trabajo en Derechos Humanos liderado por las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, porque lo sucedido no puede olvidarse jamás. Parafraseando la vieja consigna que repetimos en los actos escolares, podemos y debemos.

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