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LA CALLE: marchas populares y construcción identitaria

Claudia Baracich



Los amigos del barrio pueden desaparecer

Los cantores de radio pueden desaparecer

Los que están en los diarios pueden desaparecer

La persona que amas puede desaparecer

Los que están en el aire pueden desaparecer en el aire

Los que están en la calle pueden desaparecer en la calle

Los amigos del barrio pueden desaparecer

Pero los dinosaurios van a desaparecer.

Charly García (Los dinosaurios)


Durante 40 años las calles fueron testigo y escenario de colectivos sociales que transitaron la democracia luchando por derechos, festejando logros, llorando pérdidas, recordando, soñando, construyendo y, por momentos tratando de destruir, defendiendo lo obtenido. Espacios recorridos en distintos tiempos políticos desde 1983, convierten el territorio público en el escenario que en dictadura parieron las Madres y Abuelas con sus rondas silenciosas, colmadas de símbolos que traman lo social, lo político, la democracia, los derechos humanos, a través de la movilización callejera. 

Tantas veces me mataron, tantas veces me morí

Sin embargo, estoy aquí, resucitando

Gracias doy a la desgracia y a la mano con puñal

porque me mató tan mal

y seguí cantando

Ma Elena Walsh y D. Pinho (La cigarra)

   Durante los frágiles primeros años desde la vuelta democrática fue necesario que en las calles se defendiera lo logrado frente a levantamientos militares, mientras que en los noventa las protestas populares se convirtieron en causales necesarias de la intervención federal de algunas provincias; y fueron dos las presidencias que, luego de intentar acallar la voz popular por medio de represión y muerte, debieron dejar el poder, en diciembre de 2001 y en 2002 con los homicidios de Kosteki y de Santillán en Avellaneda. 

Me preguntaron cómo vivía, me preguntaron

"Sobreviviendo", dije, "sobreviviendo"

Tengo un poema escrito más de mil veces

En él repito siempre que mientras alguien

proponga muerte sobre esta tierra

y se fabriquen armas para la guerra

yo pisaré estos campos, sobreviviendo.

Todos frente al peligro, sobreviviendo,

tristes y errantes hombres, sobreviviendo.

Víctor Heredia (Sobreviviendo)

   Durante los gobiernos de Menem y de la Rúa las protestas sociales, los cortes de puentes y rutas se convirtieron en “problema de Estado”, cuya única respuesta fue la violencia. Durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner la postura fue no intervención violenta, aspecto que les costó numerosas críticas de sectores opositores. 

   Según el Grupo de Estudios sobre Protesta Social y Acción Colectiva (IIGG-UBA e IDAES-UNSAM) entre 1984 y 2007 en la prensa gráfica nacional se registró, en promedio, más de una protesta por día.

Nuestro amo juega al esclavo

De esta tierra que es una herida

que se abre todos los días

a pura muerte, a todo gramo

Violencia es mentir.

Solari y Beilinson (Nuestro amo juega al esclavo) 

   Durante el gobierno de Mauricio Macri regresaron las acciones represivas y la detención de ciudadanos que se manifestaban en las calles, agresiones, agentes encubiertos, policía en pie de guerra que atacó sin mirar a quién, gases, corridas en las calles.

Lealtad sobre tumbas

piedra sagrada

Dios no alcanzó a llorar

Sueño largo del mal

Hijos de nadie, cinco siglos igual.

León Gieco (Cinco siglos igual)

    Ataques a pueblos originarios, presos políticos y asesinato de manifestantes pacíficos en distintas partes del país.

   Durante el último gobierno se sucedieron marchas y ausencias, marchas que en tiempo de pandemia desafiaban aquello dispuesto para el cuidado individual y colectivo, manifestaciones que con fines diferentes a los expuestos provocaron muertes por contagio, y ausencias en las calles en las que los que habitualmente marchan se guardaron para cuidar a todos. 

La memoria apunta hasta matar

a los pueblos que la callan

y no la dejan volar

libre como el viento.

León Gieco (La memoria)

   También hubo de las otras, con las Madres y Abuelas, de las Mujeres, del colectivo LGTB y +, el Tercer Malón de la Paz, marchas por derechos. Y hubo alegría, cuando todo un pueblo y en todas las plazas se festejó el Mundial de fútbol.

El espacio público

“En los últimos meses se han producido, una y otra vez, manifestaciones multitudinarias en calles y plazas. Muy a menudo han sido motivadas por diferentes objetivos políticos, pero en todas ellas hay un rasgo similar: se congregan cuerpos, que se mueven y hablan juntos y reivindican un determinado espacio como espacio público. Sería más fácil decir que estas manifestaciones o, de hecho, estos movimientos, se caracterizan como cuerpos que se juntan para plantear una reivindicación en un espacio público, pero esa formulación presupone que el espacio público ya está ahí, que ya es público y que ya se le reconoce como tal. Perderíamos parte del sentido de estas manifestaciones públicas si no somos capaces de entender que cuando estas multitudes se reúnen se disputa y se pelea por el propio carácter público del espacio” (Butler, 2012).

   Considerando el cuerpo público y privado, en espacios públicos y privados, se podría entender que este concepto de lo corporal entraría en conflicto con el de su propia autonomía y nos llevaría a analizar las maneras en que la persona se comporta y manifiesta en acciones colectivas de las que participa.

   Es este cuerpo público que en determinadas acciones se transforma en cuerpo popular, un cuerpo que no solo es visible para el otro en espacios sociales, un cuerpo que conforma otro cuerpo con otros; es lo popular lo que desdibuja límites de singularidades para conformar un gran límite con los otros que están fuera de esa acción. En este accionar público y popular se transforman los espacios y la percepción que de ellos se tiene, se construyen nuevos significados que van a determinar acciones e interiorizaciones de acciones constructoras de subjetividades.

   El espacio que, en otros momentos, es un lugar público para individuos, se transforma en un lugar popular para la construcción de colectividades y acciones sociales. Acciones que significan mucho más que transitar ese espacio, son acciones que se realizan con otros, en lugares que se resignificaron con otros y que conforman, a través de su interiorización, la construcción de identidad.

“En el caso de las asambleas públicas, vemos claramente que no sólo hay una lucha en torno a qué será el espacio público, sino también una lucha en torno a los modos básicos sobre los que, como cuerpos, nos sostenemos en el mundo, una lucha contra la privación de derechos, la invisibilización y el abandono” (Butler, 2012).

   En la mayoría de los países del mundo, es una plaza el lugar público de acciones populares que están colmadas de significados, sostenidos en una historia que muchas veces quiso ser invisibilizada. Plazas con historia, plazas con dolores, plazas con gritos y aplausos, plazas que son testigos de marchas que duran décadas reclamando derechos y respuestas.

La Plaza y el escenario

Las plazas son escenarios de las representaciones corporales que se manifiestan en el tiempo real en que transcurre esta obra escénica, donde el argumento está sostenido por el discurso popular, que no necesariamente implica una voluntad uniforme, ni similar, sino una unidad discursiva que se define en la propia acción, que es el resultado de la mancomunidad dada por ese mismo acto.

   Estos discursos interrogan, critican, reafirman, confirman, embanderan, instituyen. Estos discursos populares están sostenidos por los cuerpos en escena, cuerpos que se visibilizan en un espacio determinado, espacio que por momentos parece no alcanzar y, por otros, quedar muy grande; de una manera u otra, estos cuerpos son portadores de un mensaje que “alguien” debería escuchar y registrar. Miles de ojos miran las protestas populares, miles de ojos observan no individuos, sino un colectivo que porta un mensaje, un cuerpo popular que necesita ser escuchado, una acción que surge de lo grupal.

“El espacio de aparición cobra existencia siempre que los hombres se agrupan por el discurso y la acción” (Arendt, 2005).

   Cuando las personas salen al espacio público, para transformarlo en espacio popular, no solo persiguen el objetivo explícito de esta acción, sino que, además, a través de dicha acción, se apropian del espacio, dando un nuevo sentido al espacio y a la acción, y generando significados que conformarán subjetividades en los individuos que participan de la acción y de los que no participan de la misma.

   Por lo tanto, es necesario repensar acciones y espacios para poder comprender este cuerpo popular que solo surge de las acciones colectivas que se desarrollan y dan sentido a los espacios, redescubrir la dimensión social es una de las tareas.

Diferencias entre lo público y lo privado

Tal vez algunas diferencias son tan obvias que casi terminan ocultas. 

   Lo privado queda ligado al hogar, a lo pequeño, a lo íntimo, a lo individual, a lo que puede ser único, mientras que lo popular queda identificado con lo colectivo, amplio, a veces multitudinario, público, participativo. En lo colectivo y solo en lo colectivo se puede dar la igualdad, al lado de otros, cuando aparecen espacios donde se disputa y se ejerce esa igualdad.

   Muchas veces estas manifestaciones van acompañadas de cantos, que quedan grabados en el colectivo social y ayudan a perpetuar la acción. Y no es un detalle menor que ciertas manifestaciones populares carezcan de sonidos, marchen silenciosas, para que sus gritos ahogados por el dolor lleguen aún más lejos, suenen aún más fuerte en la sociedad a la que pertenecen.

   Son los cuerpos en las calles los que, a través de sus acciones colectivas, pueden generar espacios de debate colectivo y popular sobre sus mensajes, reclamos, dolores y alegrías, y también en lo privado profundas reflexiones individuales.

   Las personas individuales que participan en los espacios sociales con acciones colectivas configuran un entramado social que se fortalece a través de dichas manifestaciones, pero que lejos de cristalizarse en una figura colectiva estática, va reformulando su imagen no sólo con respecto a esas experiencias vividas, sino con la mirada que los otros tienen de ellos, en un juego dialéctico entre lo que sucede en cada una de las manifestaciones y su interiorización y el significado que los medios de comunicación les adjudican y lo que generan en las elites, los poderes gubernamentales, religiosos, económicos, en un proceso de constante construcción identitaria.

   Cuerpos que al integrar un conjunto heterogéneo y funcionar en un sistema deben articular con otros, adaptar ritmos propios a ritmos colectivos, regular intensidades y velocidades, y, del mismo modo, en ese inmenso cuerpo también se manifiestan ausencias, indefensiones y vulnerabilidades.

“Son estos puntos de referencia, estas zonas de localización, las que tienen una eficacia simbólica y de resistencia emocional, ante la propensión existencial de la caída del cuerpo en el vacío. Todos estos signos, claves, marcas, señalizaciones, se instalan como sistema imaginario de localización del cuerpo, como orografía de sus abismos, mesetas, bosques, profundidades, ríos y mares. Como lagos, cuevas y cascadas. Como clima, como atmósfera, como geopolítica. Como sensaciones, como altitudes y depresiones. Como valles, cimas y montañas. Como inmensidades microscópicas de los pliegues del alma, que se dimensionan en la búsqueda de vida en el planeta” (Villamil Uriarte, 2008).

Los cuerpos que dicen

El sujeto que habla con su voz y su silencio, con su cuerpo en quietud y en movimiento, implica un sujeto histórico, que se construye en el territorio, es un ser geocultural conectado con su ancestralidad. 

   Cuerpos dolientes, hedientos, exaltados, asombrados, circulan por las calles juntos, abrazados. Es el abrazo popular, con todes, con los que están allí y con los que ya no están, son las mariposas del 24 de marzo, son los pañuelos blancos, las banderas, las Malvinas…

   El abrazo que funde los cuerpos en silencio, el abrazo con cantos y con gritos, el abrazo en una respiración contenida esperando una respuesta, es el abrazo popular que se recorta de los saludos vacíos de las elites, un abrazo que vincula con el otro, con la otra, con le otre. 

Te quiero en mi paraíso

es decir que en mi país

la gente viva feliz

aunque no tenga permiso.

Si te quiero es porque sos

mi amor, mi cómplice y todo

y en la calle codo a codo

somos mucho más que dos.

Benedetti y Favero (Te quiero)

   Las marchas en las calles fueron, son y serán el camino del pueblo, que reclama, que recuerda y que festeja aquello que lo determina como tal, son el silencio de la Madres y Abuelas, las lágrimas de Malvinas y el Ara San Juan, el reclamo de las Mujeres y el LGTB y +, la alegría con Maradona y Messi. Son sentimientos, sensaciones, pérdidas y logros, que se dan en el tiempo circular. 

   El tiempo de la marcha popular es siempre, se sigue construyendo; en un mundo globalizado que apuesta por lo individual y egoísta, están las marchas para conectar con lo colectivo, con el abrazo que grita ¡no estamos solos! ¡estamos juntos!

Hermano dame tu mano, vamos juntos a buscar

una cosa pequeñita que se llama libertad

Esta es la hora primera, este es el justo lugar

abre la puerta que afuera la tierra no aguanta más.

Métale a la marcha, métale al tambor,

métale que traigo un pueblo en mi voz,

métale a la marcha, métale al tambor,

métale que viene la revolución.

.Jorge Sosa (Hermano dame tu mano)

 

Bibliografía

Arendt. Hannah, La condición humana, Buenos Aires, Paidós, 2005.

Butler, Judith, “Cuerpos en alianza y la política de la calle”, Revista Trasversales N° 26, junio 2012. Traducción por Patricia Soley-Beltrán, Transexualidad y la matriz heterosexual: un estudio crítico de Judith Butler, Barcelona, Ed. Bellaterra, 2009.

Gómez Manzano, Pablo, “Sujeto social popular y movimiento social en Chile: un recorrido histórico por la subjetividad y su manifestación colectivista”, Sol Naciente. Revista do Centro de Investigacao sobre Ética Aplicada (CISEA), 2012.

Grupo de Estudios sobre Protesta social y Acción colectiva (IIGG-UBA e IDAES-UNSAM): base de datos de protestas sociales entre 1984 y 2007.

Villamil Uriarte, Raúl René, De Spencer Tunick al Penal Neza Bordo: significación del cuerpo social, Anuario de investigación, UAM-X, México, 2008.



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